29 jun 2011

Alfonso López Pumarejo

Nació en Honda, Tolima, el 31 de enero de 1886, murió en Londres, el 20 de noviembre de 1959
Político y estadista liberal, presidente de la República durante los períodos 1934-1938 y 1942-1945.
Alfonso López Pumarejo pasó sus primeros años en Honda, donde había venido a establecerse su padre, de origen bogotano, al servicio de la Casa Miguel Samper e Hijos; su madre era de origen costeño. Después se trasladó a Bogotá, e ingresó al Colegio San Luis Gonzaga y al Liceo Mercantil. Complementó su educación con clases particulares recibidas de personajes como Miguel Antonio Caro, Lorenzo Lleras, Juan Manuel Rudas y José Miguel Rosales. Años más tarde su padre, Pedro A. López, lo envió a Inglaterra, donde estudió finanzas en Brighton College; luego perfeccionó sus estudios en las disciplinas económicas en la Packard School de Nueva York.
Regresó al país en 1904, cuando contaba con 18 años, y empezó a colaborar con su padre en la administración de la Casa López. Una vez terminado el período de educación y estudio, comenzó una ardua actividad que lo llevó por el campo de los negocios bancarios, la diplomacia, la política y el periodismo, en los cuales fue desarrollando un carácter "polémico, ardiente y decidido", aspectos que lo marcarían en todo el transcurso de su vida pública y de estadista, como dice Ignacio Arizmendi Posada. En la Casa López, que según Juan Lozano y Lozano, "no tuvo antecedentes ni ha tenido sucesores en nuestra vida económica, [pues] suscitó la creación de industrias que no se conocían, consolidó varias de aquellas que, como el café, estaban dispersas y desconcertadas, promovió la intensificación de los transportes, el progreso de la agricultura, el florecimiento de la banca"; López Pumarejo adquirió gran experiencia en el manejo de cuestiones financieras. Sin embargo, con su gran voluntad, capacidad e intuición, y una estructura intelectual más que adecuada para desempeñarse en cargos públicos, López siempre trabajó con una visión clara hacia la labor política, la que le apasionó durante toda su vida.
Primer gobierno el 6 de noviembre de 1933, López Pumarejo aceptó la candidatura presidencial para suceder a Olaya Herrera, y con la ausencia de contendor por parte del conservatismo fue elegido por casi un millón de votos. Inició su gobierno el 7 de agosto de 1934, poniendo en práctica los mecanismos en que basó su programa, y que tratarían de hacer realidad la República Liberal y ejecutar la "Revolución en Marcha", su lema, que él definió como "el deber del hombre de Estado de efectuar por medios pacíficos y constitucionales todo lo que haría una revolución por medios violentos".Este lema, acuñado durante la campaña, era para Gerardo Molina lo que habría de ser "el comienzo de la revolución agro-industrial, la que tenía en su favor muchos elementos para realizarse si el liberalismo se hubiera decidido".
La Revolución en Marcha apuntaba hacia la modernización del país y su inmersión en el ámbito de la economía capitalista. El primer gobierno de López Pumarejo, más fecundo y de mayor proyección histórica que el segundo, según sus analistas, fue eminentemente reformista. Así, bajo los postulados del partido, que buscaba darle al país un desarrollo agrícola e industrial que le permitiera convertirse en un Estado moderno, López presentó, al final, ejecutorias como las reformas constitucional, tributaria, universitaria, judicial, laboral y de relacioñes exteriores. En cuanto a la reforma constitucional, Acto legislativo N° 1 de 1936, el gobierno de López, al decir de Jorge Mario Eastman, estableció "nuevas pautas jurídicas para la acción del Estado y otras normas de conducta política para los ciudadanos".
Según Eastman, las reformas constitucional, legal y normativa de la República Liberal obedecieron a un planteamiento orgánico que buscaba el ajuste del régimen democrático a las realidades sociales y económicas de la época; las bases sobre las que López fundó sus reformas institucionales fueron: "La Revolución en Marcha, movimiento de sustentación popular de la nueva política; el partido de gobierno, promotor del cambio; y el sindicalismo, presencia organizada de los trabajadores>,. Se cambió la concepción del Estado gendarme, propia de la Constitución de 1886, por la del Estado como entidad capaz de obligar al ciudadano al cumplimiento de sus deberes sociales. Según Timoleón Moncada, senador de la época, esto significaba que el individualismo sería sustituido por la función social, que el individuo tendría la obligación de hacer lo que fuera necesario para fortalecer la sociedad y debería abstenerse de lo que pudiera debilitarla.
El constituyente de 1936 definió la propiedad por su función social. Ahora el Estado intervendría en la economía del país, con la intención no sólo de racionalizarla, sino de dar al trabajador una protección, introduciendo un equilibrio entre las relaciones obrero-patronales, pero este artículo fue suprimido en la reforma constitucional de 1968. La reforma tributaria estableció el impuesto directo, y que las industrias y grandes empresas tributaran más que antes. Se elevó el impuesto a la renta; se dispuso que las rentas consolidadas por posesión de capital fueran gravadas más fuertemente que las derivadas del trabajo; se crearon los impuestos de patrimonio y exceso de utilidades; y se introdujeron cambios en los impuestos sobre la masa global hereditaria, asignaciones y donaciones. La reforma agraria aspiraba a redistribuir la tierra y ponerla en manos de quienes la trabajaban; se dictaron normas en cuanto se refería a las tierras bien explotadas, en la medida en que se debían establecer condiciones óptimas para jornaleros arrendatarios y colonos; y se suspendió la ayuda que el Estado daba al patrono en su supuesto derecho dé despedir a arrendatarios y colonos con la ayuda de la fuerza pública.
La reforma laboral, que López planteó y fundamentó teóricamente desde la primera administración, pero sólo logró concretar en su segundo gobierno, comprendía que en una economía en vías de actualización capitalista, habría que codificar la relación patrón-obrero, pues la fuerza de trabajo debía organizarse con sistemas de contratación y jurídicos más estables. Se propició, entonces, el sindicalismo, con el fin de armonizar la condición obrera con las necesidades estructurales de la industrialización, y se garantizó el derecho a la huelga. El sindicalismo fue la base de su política de construir una línea de apoyo al gobierno con el respaldo popular. Según Alvaro Tirado Mejía, "políticamente el gobierno de López logró captar y convertir en base de apoyo al movimiento obrero a través de una política de reconocimiento legal, de apoyo económico a las centrales obreras, y de arbitramento".
López se preocupó por la tecnificación a todos los niveles para elevar el país a un grado decoroso de industrialización, pero también fue preocupación de su gobierno el impulso a la educación a todo nivel. En el campo educativo, López emprendió una tarea de reestructuración docente, dio definitiva conformación a la Universidad Nacional y adquirió los terrenos para construir la Ciudad Universitaria, concentrando todas las facultades e institutos, hasta entonces dispersos, en un solo espacio. Según Gerardo Molina, con este plan, expuesto en 1935, López fue "el afortunado realizador de uno de los mayores compromisos contraídos por el liberalismo con la nación en este siglo, cual fue la transformación de la Universidad. La integración de facultades e institutos, la Ciudad Universitaria, la dotación de recursos financieros suficientes, el establecimiento de las libertades académicas, la autonomía relativa, la participación de profesores y estudiantes en el manejo del claustro, la presencia de la mujer, la apertura de nuevas, carreras, el estímulo a la investigación, los servicios sociales, la extensión universitaria, fueron algunos de los aspectos en que se materializó ese vigoroso impulso".
Segundo gobierno tan notable fue la obra de López Pumarejo en su primera administración, que no pocos de sus copartidarios pensaron nuevamente en su nombre para la elecciones presidenciales de 1942. López ganó la reelección, derrotando una coalición liberal-conservadora personificada por Carlos Arango Vélez. Subió al poder en medio de una violenta oposición de la derecha, encabezada por Laureano Gómez, a la que se unió la insegura solidaridad del liberalismo con su gobierno. El partido liberal estaba dividido, y esta división resultaba más peligrosa para la permanencia del liberalismo en el poder, que la misma oposición; además, era un obstáculo para gobernar.
López convocó la unión, y ésta se hizo; sin embargo, según Gerardo Molina, "el arreglo era más aparente que efectivo, porque cada aspirante a obtener presillas para futuras situaciones estaba más interesado en la refriega que en la paz". Simultáneamente, y como otro hecho negativo contra su ánimo, López tuvo que enfrentar una difícil situación familiar causada por la enfermedad de su esposa, María Michelsen. Estos tres elementos: la oposición conservadora, la desunión del liberalismo y la precaria salud de su esposa, fueron minando su voluntad y lo condujeron finalmente a la renuncia del mando, que intentó en marzo de 1944, aduciendo motivos familiares. No obstante, un paro cívico organizado por la clase obrera para expresar su respaldo al presidente, lo obligó a reasumir el mando. Entonces, se dispuso a sacar adelante otra reforma constitucional, plasmada en 1945.
Esta nueva reforma le concedió la ciudadanía a la mujer, pero sin derecho a votar; consagró la prohibición para los militares de sufragar; y disminuyó el número de debates para la aprobación de leyes, entre otras medidas. En esta segunda administración, López tuvo que afrontar una difícil situación económica, ocasionada en buena parte por la segunda Guerra Mundial, que afectó las ventas de productos colombianos en el exterior. Se impulsaron las bolsas de valores, se dictaron nuevas normas tributarias y el gobierno contó con la autorización para endeudarse con el fin de financiar diversos proyectos. Por otra parte, la industria, que tanto progreso tuvo en la primera administración, se estrelló contra la ausencia de una industria metalúrgica e intermedia. De todas maneras, López y su equipo de gobierno, entre los que se contaban hombres como Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras, Darío Echandía, Adán Arriaga Andrade y otros, lograron impulsar nuevos cambios, aunque no tan profundos como los de la primera administración.
En cuanto a las relaciones internacionales, López estableció con la Unión Soviética relaciones diplomáticas, adhirió al Acta de Chapultepec sobre la solidaridad interamericana y Colombia ingresó a las Naciones Unidas. Uno de los hechos más importantes de este gobierno tuvo lugar después del llamado "Golpe de Pasto", cuando López y su ministro de Trabajo, Adán Arriaga Andrade, aprovechando el estado de sirio, expidieron el decreto legislativo 2350 de 1944, que estableció el reconocimiento del contrato de trabajo como entidad jurídica autónoma, dio al gobierno facultades para establecer modelos que sirvieran como contrato presuntivo y para fijar el salario mínimo, decretó la jornada laboral de nueve horas y el pago de horas extras, fijó la duración del contrato de trabajo en seis meses, estableció el preaviso correspondiente, limitó a seis meses el contrato de aprendizaje, y fijó en 14 años la edad límite para empezar a trabajar.

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