Aracataca es un municipio del departamento del Magdalena. Su nombre se ha hecho mundialmente célebre por ser la cuna del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez y del fotógrafo y caricaturista Leo Matiz Espinoza. Por sus historias se ha vuelto un simbolo y uno de los pueblos más conocidos de Latinoamérica.
La fundación de Aracataca se remonta a 1885, habiendo sido elevada a la categoría de municipio en 1915 por la Ordenanza No. 8 segregado de Pueblo Viejo.Fué primer secretario general de la alcaldia, el señor Juan Jacobo Restrepo Gonzalez.
Se inició Aracataca en las tierras de «La Santísima Trinidad de Aracataca» denunciadas como realengas y solicitadas en adjudicación por Don Basilio García en 1797. Para su origen como población nucleada debió ocurrir la manumisión de los esclavos, en 1851, y sus consecuencias inmediatas: las Guerras Civiles entre liberales y conservadores, cruentas en las antiguas Provincias de Padilla y del Valle De Upar. En los pueblos los grupos débiles de partido y de tierras huyeron a refugiarse en los montes; y encontraron, en 1857, en el antiguo «Camino de la Montaña», la hacienda del italiano Giacomino Costa Colón, quien les parceló parte de su «Santa Rosa de Aracataca» para iniciar las explotaciones de tabaco y de cacao y el corte de maderas. Para 1870 tenía Aracataca 292 habitantes, en su mayor parte refugiados, con marcada homogeneidad social y heterogeneidad cultural.
En 1889 se tuvo el Corregimiento por Acuerdo Número 9 de 26 de noviembre del Honorable Concejo Municipal de San Juan del Córdoba. Luego la Compañía Francesa Inmobiliaria y de Plantaciones reemplazó en Aracataca la vocación de las parcelas de tabaco de los refugiados de las Guerras Civiles de la hacienda «Santa Rosa de Aracataca» del italiano Giacomino Costa Colón, por las de cacao, en las últimas décadas del Siglo XIX; surgió en Aracataca la vereda Theobromina como centro agrícola de explotación de la fruta Theobroma cacao, y con los inmigrantes franceses aparecieron las primeras memorias fotográficas del extraordinario pasado subregional.
En 1894 llegó el telégrafo, del que se conserva la construcción original, refaccionada en 1924, año en el cual laboró en sus instalaciones Gabriel Eligio García, por lo que hoy es Monumento Nacional.
Para 1908 llegó el ferrocarril a Aracataca, con la expectativa de un trazado final hasta el río Magdalena, ya fuere al puerto de Plato o al de Cerro del San Antonio:
“ El inocente tren amarillo que tantas incertidumbres y evidencias, y tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias, había de llevar a Macondo.”
Sin embargo, la zona de riego con suelos de aluvión llegaba hasta la margen derecha del río San Sebastián de Taironaca, por lo que para los gringos no ameritaba seguir con la construcción férrea, puesto que en adelante existían suelos depreciados sin riego y por tanto sin posibilidad de explotación agrícola, que no aseguraban productos para los mercados de exportación.
Así, el terminal final del tren lo fue Buenos Aires, desde el 22 de octubre de 1906 hasta 1922, cuando fue trasladado a la ribera izquierda del mismo río, La Envidia, hoy, el centro urbano del Municipio de Fundación. La avalancha de nacionales y extranjeros que trajo el tren a la entonces cosmopolita Aracataca, inició el cambio y adoptó el nuevo cuadro de costumbres, el mestizaje, las nuevas vivencias; para bien de nuestra riqueza cultural, de los ancestros de la caribeña isla Juana, nos trajo el tren, el son cubano para enraizar y generar nuevos grupos, y Aracataca presenta hoy orgullosa a Antonio Jaramillo, conocido en el ámbito cultural y musical de la nación como «El Perro Negro», intérprete y cantor que hereda de Ciro, Cueto y Miguel los cantos de La Loma y del Oriente cubano. También permitió el ferrocarril que los paseos del maestro Eulalio Meléndez y las guitarras Cienagueras intercambiasen en Aracataca con los juglares del acordeón de la antigua Provincia de Padilla y naciera el primer paseo en este instrumento musical, del maestro Bolañito:
“ Santa Marta tiene tren,pero no tiene tranvía. Si no fuera por la Zona, ay caramba, Santa Marta moriría, ay hombe.”
Tal fue la importancia del intercambio cultural que generó el ferrocarril, que en Ciénaga, Santa Marta y después en La Habana se tarareaban canciones generadas en la simbiosis cultural de la Zona Bananera, pertenecientes hoy a la autoría de anónimos:
“ Yo me voy pa´Cataca y no vuelvo más el amor de Carmela me va a matar.”
" Las cataqueras más hermosas se han venido a Europa, gracias Cataca".
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