Quizás no haya otro municipio a lo largo y ancho de la geografía nacional que haya jugado un papel tan crucial para la historia del país pero que su presente sea solo eso: historia.
Esta pequeñísima localidad santandereana está cariñosamente ‘perdida’ en medio de la prodigiosas e imponentes faldas del Cañón del Chicamocha, junto a su río, en medio de la Cordillera Oriental, justo donde hacen de las suyas dos fallas geológicas que a su capricho se mecen todos los días, muy levemente.
Son la falla de los Santos y la falla de Jordán, las cuales hacen de este centro urbano el epicentro de muchos fenómenos sísmicos, tanto que se dice, no oficialmente, que es el municipio de Suramérica donde más se registran temblores de baja y mediana intensidad, fenómeno natural que hace que Jordán Sube sea clave para observación de movimientos telúricos.
Este bello municipio, de solo cuatro calles, está ubicado en la Provincia Guanentina, a 300 metros sobre el nivel del mar (cabecera municipal), a una distancia de 18 kilómetros de la vía central que de Bucaramanga conduce a Bogotá, distante 80 kilómetros de la capital santandereana.
Sin embargo, el camino más habitual para llegar ‘al pasado’ es tomar un bus desde Piedecuesta hasta la Mesa de Los Santos. Allí, en el ‘rabo’ de los Santos, inicia un sendero, tan sinuoso como pedregoso, que desemboca en Jordán, justo en el corazón del Cañón de Chicamocha, sitio sin igual si de lo que se trata es de ver la historia hecha presente.
Su extensión total se aproxima a los 34 kilómetros cuadrados, pero su centro urbano si acaso alcanza el kilómetro y medio, concentrando la mayor parte de su población en las veredas de su jurisdicción, población en su mayoría campesina dedicada principalmente al cultivo y procesamiento de la hoja de Tabaco Negro, al frijol y al ganado.
Además de su historia, plasmada en cada una de las lozas de sus pisos, los habitantes de Jordán Sube son otro de sus atractivos. Gente amable, hoy en su mayoría adultos y mayores, pues los jóvenes, ante la nada, optan por emigrar a cualquier municipio vecino (principalmente San Gil), donde encuentran opciones de trabajo y estudio.
Los rostros de sus humildes pero muy generosos habitantes reflejan la placidez con la cual se vive en Jordán Sube, una localidad donde hay tan poca gente que nadie se molesta en contarlos (los de la cabecera municipal). Jornaleros principalmente.
Pero, ¿porqué Jordán Sube es y fue un municipio importante en el proceso de Independencia? Básicamente porque el Libertador hizo tránsito por esta localidad, cuando aún no era constituida como municipio.
Lo hizo en varias ocasiones pues era el camino más rápido para entrar y salir de San Gil, si de tomar el norte se trababa.
De ello son testigos sus legendarios caminos de piedra, construidos por el alemán Geo Von Lenguerke luego de que Agustín Codazzi le trazara a Bolívar las rutas más propicias para su avanzada militar.
Historia es lo que hay para recorrer en Jordán Sube. Por ejemplo, esta localidad cuenta con el primer puente colgante de hierro construido en Colombia, y que, pese a los lustros, solo se mece levemente cuando a las entrañas de la tierra les da por lo mismo.
Parece mentira pero en Jordán Sube hasta el cementerio es digno de ser visitado. Hay que subir una pequeña cuesta hasta llegar a un sitio verdaderamente privilegiado en la región, pues desde el lugar donde reposan los pocos finados la vista puede abrazar un panorama espectacular.
Las tumbas, algunas de principios del siglo XIX, hacen que el visitante se sumerja en un viaje hacia la nostalgia, y pocas son las tumbas porque allí pocos son los muertos.
Aunque sumando los habitantes que hay en las veredas de su jurisdicción se podrían contar cerca de 4500 habitantes, su epicentro no suma mas de 80. De ellos, los que mueren casi siempre lo hacen en localidades vecinas, lo que explica que en su cementerio no haya finados de este siglo.
Su parroquia, pequeña y bella, es testigo fiel de la arquitectura española; el mismo modelo que Gonzalo Jiménez de Quezada plantó en el altiplano cuando fundó Bogotá en la Plaza del Chorro de Quevedo, en lo que hoy se conoce como El Chorro de Quevedo.
Todo lo anterior es parte de la magia de Jordán Sube. Eso sin hablar del infinito ramillete de posibilidades que hay para hacer turismo ecológico, pues la región está plagada de caminos que comunican a las distintas veredas con el casco urbano y con otros municipios, como Aratoca.
Allí la mañana comienza a las 4 en punto de la mañana, cuando el resonar de los cascos de las bestias, cruzan las pocas calles del pueblo para subir hacia el municipio de los Santos.
Caballos y burros son hoy el principal medio de comunicación entre las veredas, lo que reafirma la cariñosa idea de que, definitivamente, Jordán Sube es un pueblo que vive en el presente pero mágicamente anclado en el pasado.
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