8 jul 2011

Amada Rosa Pérez

En Milán lloró durante treinta días con sus noches. Había llegado hasta esa ciudad itallana a cumplir con dos meses de contratos de modelaje, pero el ambiente del gremio la llenó de pavor. Lloró. En una fiesta encontró frente a sus ojos decenas de niñas de 15 años entregadas al alcohol, las drogas y el sexo, tres caminos para sobresalir en ese campo. La mayoría eran checas, italianas, francesas y del norte de Europa. Asegura que allí el trato entre agentes, clientes y modelos se basa en esas cosas, que para esta costeña de 24 años no eran lo usual.
Durante su infancia en Corozal, Sucre, el modelaje no le pasaba por la mente. Eran los tiempos en que su sueño era ser reina. Participaba en cuanto concurso de belleza se organizaba en su barrio. Siempre ganaba. Recibía como premio una corona de juguete o de cartón y una chocolatina. Nunca perdió ninguno de los reinados; pese a eso no se sentía bonita. Pero sí era la corozaleña más vanidosa del pueblo. Pasaba horas y horas frente al espejo.
A los 15 años terminó el colegio y viajó a Bogotá a estudiar medicina, pero no aguantó la constante presencia de la muerte y decidió cambiar su carrera por la de administración turística, en Cartagena. Un par de amigos suyos la convencieron de su gran parecido con la top model alemana Claudia Schíffer y allí comenzó su carrera en el modelaje. Esa por la que dejó de lado todos los intentos académicos. Fue Chica Águila en 1996 y al año siguiente, modelo del año. Sus compañeras dicen que eran tales las ganas de triunfar que en la final se desmayó cuando era su turno de salir a la pasarela, con el único fin de tener el honor de cerrar el desfile. Se desmayó, desfiló de última y se llevó el primer puesto. En ese instante comenzaba el camino para dejar de ser la modelo de provincia y triunfar en todas partes. Paso siguiente: recibió de manos de María José Barraza el título de Chica Med, el que le dio el reconocimiento real.
"Es terca y templada a morir", dice Franklín Ramos, uno de sus maquilladores preferidos. Y ella de muestra que precisamente la terquedad y templanza, que muchos critican, son las que la han mantenido lejos de lo que la hizo llorar en Milán. Porque aunque en Europa los casos son dramáticos y en las agencias hay modelos catalogadas hasta para contratos de cama, en Colombia también hay muestras de ello. Y no son pocos los que ofrecen fama y fortuna a cambio de la compañía de estas bellas mujeres. Ese es un camino fácil para alcanzar el triunfo. Pero Amada Rosa sostiene que es mejor ir despacio y conseguir menos, pero estar tranquila. Para espantarlos prefabrícó una frase hace muchos años que ha usado constantemente y que se le volvió una de sus favoritas: "Oye, por ese lado no es, te estás equivocando". Y hasta ahora la frase le ha funcionado. Se pasea tranquila por pasarelas de Europa y Estados Unidos, y muy pronto por las pantallas de la televisión colombiana.

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