Santo Domingo de Silos, también conocido como Silos, es un municipio situado en el departamento de Norte de Santander, al nordeste del país. Dista 123 km de la capital departamental, Cúcuta. Su término municipal limita con Mutiscua y Cácota, al este con Chitagá y al oeste y por el sur con el departamento de Santander.
Silos es un municipio anclado en las estribaciones de la cordillera oriental, en las laderas del cerro de Santurbán, municipio por donde la historia dio su paso pero dejó a Silos olvidado, inmortalizándolo en sus calles, montañas y rincones que cuentan y narran leyendas y amores de gentes que ya se fueron. En estas tierras se han sembrado historias leyendas y el santísimo lo colmo de paisajes y rincones llenos de hermosura, orgullo de sus hijos y patrimonio de todos.
Alrededor de 1400 se establecieron en estas tierras los pueblos de záquetas y magarás los cuales hicieron de esta su casa, viviendo en armonía con la naturaleza, estableciendo un poblado al que llamaron Concacere del cual no se tiene claridad de donde se localizaba pero que en su mayoría se afirma haber estado en las laderas que rodeas a cherquetá.
Su economía estaba fundada en el cultivo de maíz y algunas hortalizas, comerciaban con los pueblos que existían en los alrededores, en especial con los indios guanes por lo cual hasta hoy se encuentran objetos propios de esta cultura tales como mantas y objetos de cerámica.
Sus viviendas estaban hechas con materiales propios de la región tales como fique, palos de chusque y barro crudo denominado en conjunto bareque.
En el año de 1531 hubo un cambio de la historia de los habitantes de la región, de nuestros ancestros, al desembarcar en Venezuela el Alemán Ambrosio Alfinger nombrado gobernador de Venezuela.
Es así como este pueblo al saber que el centauro destructor se acercaba acompañado de su leal tropa y que viajaban indomables por las montañas del picacho después de haber desembarcado en Coro (Venezuela) el 9 de julio de 1531, entrando por las cuencas del Orinoco para después escalar la cordillera oriental y así poder llegar a las mesetas de Bucaramanga acercándose presuroso a las laderas del concácere con sed de oro y riquezas buscando el mítico Dorado.
Al saber esto, nuestro pueblo partió a los cerros mas seguros y se refugiaron en las covachas(cuevas y albergues naturales) que les brindaron mayor seguridad, con sus pertenencias mas preciadas y siempre con la confianza de que “el feroz” centauro dejaría sus territorios. Pero lejos de cumplirse los deseos de los pobladores, Alfinger a su paso dejo una cadena de destrucción pasando por Loatá arrebatándole a los pobladores las pertenencias que los naturales tenían y representaban algún valor, esclavizando y matando para hacer de estos el servicio de carga que con urgencia se necesitaba.
Al llegar al Concácere se encontró con que no había nadie, símbolo del dolor que él estaba causando en el corazón de estas tierras, las mismas tierras que se veían amenazadas por el “conquistador” le dieron las provisiones que necesitaba para seguir su viaje y que el alemán en su arrogancia agradeció por estar sus tropas muriendo de hambre y de frío, pues la travesía fue dura y llena de tropiezos, por la topografía tan difícil de surcar además del asedio del que fueron objeto por parte de los indios chitareros.
Es así como Alfinger da el nombre de “Los Silos” a estas montañas enmarcadas de cultivos de maíz - el mítico pan americano- que abasteció de alimento a sus tropas el cual los indios almacenaban en graneros naturales.
Alfinger venia acompañado de un numeroso séquito entre los que se destacan Francisco San Martín, Luis Hernández que se establece posteriormente en Vélez, Bartolomé Hernández Herreño que participo en la expedición de Pacabueyes, Nicolás Federman segundo al mando, Martín de Quesada Alonso, Gaspar de Ojeda, el capitán Casimires de Gutemberg quien encuentra la muerte con otros siete hombres a varias leguas de Concacere en las estribaciones del cerro de Santurbán al ser emboscados por los indios chitareros y mas que por esto, por las inclemencias del páramo. El capitán era persona de confianza de la casa Wesler además de ser el designado para suceder a Don Ambrosio en caso de que este faltase.
Ambrosio al llegar a Concácere acampa en estas tierras mientas algunos de sus hombres suben al inclemente páramo a rescatar a los hombres caídos con los chitareros encontrándolos todos muertos siendo sepultados cerca del poblado en el que acampaba Alfinger.
Ambrosio Alfinger llego a estas tierras por las capitulaciones celebradas entre la corona Española y la casa de los Wesler de Alemania quienes eran los mayores prestamistas de la corona española.
Esta primera colonización alemana en el nordeste de nuestro país y especialmente en Venezuela se inició al recibir los hermanos Bartolomé y Antonio Wesler, de manos de Carlos V de Alemania y I de España, una concesión como parte de pago por antiguas deudas y como prenda para nuevos préstamos. Los Wesler —al igual que los Fugger—, eran los más importantes banqueros de Europa en tiempos de la Conquista, y tenían en sus manos el poder que les da ser los prestamistas de un rey que ascendió al trono de Alemania con su dinero.
Sus intereses en América eran exclusivamente comerciales. Ellos conocían de barcos, de minería, de manejo de pólvora y estaban tan bien informados de lo que sucedía en estas tierras, que en la Corte se afirmaba: "si lo dicen los Wesler, ha de ser verdad". Al conseguir para ellos la gobernación de Venezuela, vienen dispuestos a hacerse más ricos, y por ello no fundan poblaciones, no cultivan, no elaboran ningún tipo de manufactura; solamente recorren sus territorios buscando oro y riquezas, quemando poblaciones indígenas y haciendo esclavos, a quienes marcan con el hierro ardiente. Afortunadamente no les va tan bien como esperaban: el oro que consiguen no es suficiente, su meta es El Dorado y tienen que contentarse con algunas piezas delgadas de oro y con el dinero que les deja el comercio de esclavos en Santo Domingo (República Dominicana).
Ambrosio Alfinger tras su paso cruel por estas tierras muere asesinado por habitantes de Chinácota específicamente en el valle de Micer Ambrosio en Norte de Santander y Nicolás Federman, mano derecha en la expedición es encarcelado por los mismos Wesler al regresar a Alemania, acusándolo de robo y de arrasar con las tierras de la gobernación.
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