Sabana de Torres es un municipio perteneciente al departamento de Santander.
Ubicado al nor-occidente de la capital del departamento (Bucaramanga), se llega a él por carretera pavimentada, 130 km desde Bucaramanga tomando la vía a Barrancabermeja, y la desviación via la Costa Caribe, llamada La Troncal del Caribe hacia Sabana de Torres.
Este municipio es un importante productor de petróleo y de arenas aptas para procesar el vidrio. Además, posee extensos cultivos de palma africana, convirtiéndose en uno de los municipios con mayor extensión en cultivos de esta planta.
La familia Torres fue descrita por don Blas y por el paisa Robles como personas muy laboriosas y muy organizadas. José María Torres, por ser el mayor, era quien asumía toda la responsabilidad de la posada, y su esposa, que por esa época no tenía hijos, era la encargada de la cocina. Allí, en esos oficios, el menor de los Torres, Juan José, era su inmediato colaborador. El otro Torres, Jesús María, poco colaboro con la posada, pues se dedico a derribar montañas y fue así como fundo una bonita y grande finca sobre la quebrada la Venecia y Santos Gutiérrez.
La familia Torres desapareció de la región posiblemente a comienzos del siglo XX. Es posible que cuando don Rafael Rojas Bustos conoció a don Juan José, hacia el año de 1925, fue porque él estuvo durante una corta temporada en esta región. A mediados de enero de 1919, un voraz incendio destruyo unos cuarenta ranchos, con techo de paja o palma y que estaban encerrados en madera o bahareque, en los cuales se agrupaban centenares de valientes trabajadores enfrentados a las inclemencias del clima, a los molestos zancudos y en los cuales no tenían más que una posibilidad de diversión: los ranchos donde se vendía guarapo. Una vez que el incendio redujo a cenizas aquella ranchería, escasamente se podrían apreciar algunas viviendas.
Los pisos de arena del sitio de la Gómez, (nombre dado en honor al ingeniero Eugenio Gómez Gómez, gerente del ferrocarril) sirvieron para que se estableciera los talleres en los cuales sobresalió como mecánico don Arturo Ruiz. Por esos días, Maria Cano, la luchadora socialista del momento a quien llamaban La Flor del Trabajo, realizaba su sexta gira por el territorio nacional y en ella incluyo visitas a Bucaramanga, La Gómez y Puerto Wilches.
A partir de 1924, sobre la hoya del Río Lebrija, en un punto llamado llaneros La Tigra, se iniciaron los trabajos para la exploración en búsqueda de petróleo. La empresa Colombian Sindicate fue la que tomo la iniciativa. Una de las entradas principales para llegar al sitio de la exploración era por Regaderos (Provincia), por un camino amplio que llegaba hasta Campo 7. Es muy cierto que a este sitio de la Tigra venían gentes de todas las partes buscando una oportunidad de trabajo. A veces lo conseguían, pero muchos encontraron la muerte, unas veces a causa de paludismo, otras por las picaduras de animales o el zarpazo de los tigres.
Los norteamericanos, quienes eran los técnicos y dirigían las obras, por tener los conocimientos necesarios, al final de los trabajos abandonaron la región y le obsequiaron sus pertenencias al ferrocarril. Cuando la Administración dio la orden a los trabajadores para que fueran a recoger la “herencia” se llevaron una buena sorpresa, pues, como por encanto, había desaparecido la mayoría de los objetos, entre ellos tablas de madera finamente aserradas, laminas de zinc, mallas, utensilios de útiles domésticos, un motor eléctrico de más de cien arrobas de peso y como si fuera poco léase bien, el piso de cemento de más de cincuenta metros cuadrados que tenían las construcciones.
Buscando petróleo también hicieron exploraciones las empresas Leonard Co. y Oilfiels Ltda., en las cuales destacaban las figuras de Mr. Blondy quien precisamente se instaló sobre las propiedades que habían sido de los hermanos Torres y ya había pasado a ser propiedad de don Alfonso Silva Silva, quien tenía como administrador a Vitalino Martínez. Este punto llamado la “palestina”, contó con aeropuerto propio (un poco más al occidente que el actual); un pequeño ferrocarril con vagones diminutos y sobre rieles muy angostos se deslizaba por la hermosa sabana hasta llegar a El Almendro, a unos doce kilómetros del actual casco urbano de Sabana de Torres. Mientras tanto los escasos habitantes que trabajaban aserrando y labrando madera le dieron los primeros impulsos a la agricultura.
Pasaron muchos años sin que se conociera nombramiento de autoridad civil; las escasas contravenciones a la ley eran atendidas por la policía de Puerto Wilches compuesta por un comandante, dos agentes de primera y treinta de segunda quienes devengaban salarios un poco superiores a los agentes de otras regiones, en consideraciones del clima y de las diversas dificultades que conllevaba vivir en la zona.
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